La Bodrioteca


Bodrioteca

Edita >
NIHIL OBSTAT EDICIONES
Colección >
Colección Plauto
ISBN >
84-930926-1-4

 


 

Críticas


 

 

J.C. Babelia Francisco Casavella Ernest Farrés Junyent

 

 

 

 

Museo de horrores de la cultura basura

   Ensayo: La bodrioteca de Covadlo 

Una bodrioteca, dice Covadlo, es “un conjunto ordenado de libros desordenados, mal hechos o de mal gusto”. Esta selección de extractos de bodrios que él ha ido recopilando abarca dos áreas temáticas: los consejos y normas referentes a temas como la moral pública, la higiene sexual y las buenas costumbres (en otras palabras, la prehistoria de la autoayuda), y el esoterismo, que da algunos de los capítulos más hilarantes del libro, como los relativos a la revista crowleyana Thelema y a los textos del santón Silo.

            Aunque a primera vista esta bodrioteca no guarda relación con el resto de la obra de su autor, sino con el fetichismo hacia la cultura basura, es obvio que participa de su interés por lo grotesco. Recuerdese el comportamiento aberrante y la observancia de extraños códigos de que hacen gala muchos personajes de la narrativa de Covadlo.

 

J.C. Babelia (diario El País, Madrid), 10 de junio de 2000

 

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En órbita 

Por Francisco Casavella

La bodrioteca total 

Walter Benjamin fue el primero en analizar el contenido y divulgación de las  fisiologías, abuelas de los libros de autoayuda, hogar y buenas maneras. Es decir, las obras de mayor éxito durante los siglos XIX y XX. Entre ellas se puede encontrar joyas de alcantarilla, auténticos caimanes albinos que, desde su naturaleza de bodrio, a veces nos informan mejor del pensamiento real de una época que los libros de Historia o la novela. No quiero decir que a los autores de este último grupo les falte la observación o el talento que los perpetradores de fisiologías ni conocen ni necesitan, sino que un fisiólogo carece de tal modo de escrúpulos que, a veces, se le escapa una verdad escalofriante. Además, sus horrores emanan tal estupidez y enfermedad que suelen encontrar individuos con humor que no pueden resistirse a su turbia fascinación. Una suerte de coprofilia mental. Lázaro Covadlo, escritor de culto, es uno de esos imantados por la infección. Así lo demuestra su libro La bodrioteca de Covadlo, un curioso volumen que muestra diversos ejemplos de locura bendecida por la publicación. Dos suelen ser los polos de luz negra que deslumbran al señor Covadlo: los mamotretos que condenan la masturbación y las ediciones de una secta.

            Parece evidente que el buen hombre ha organizado una cruzada contra los escritores que sancionan el onanismo. Ni en la fosa amarga descansarán los aguafiestas. De entre las muestras anatemizadas por Covadlo, destaca el muy poco honorable Silvanus Stall, que en sus continuas diatribas contra el vicio solitario, en sus vuelos imaginativos, en su alerta contra el pecado de lujuria, emite señales de estar más salido que el rabo de una sartén. Es, sin embargo, el doctor Carlos Londe quien en su Tratado completo de higiene llega a extremos preventivos que enternecen. Según dice, para que el adolescente no caiga en la tentación de darse cuerda, un adulto deberá velar por él vigilando que el presunto vicioso se agote con el ejercicio físico, que no como alimentos picantes, que se levante de la cama en cuanto abra los ojos y que, agotado, se duerma a media cena. Si con toda esa actividad y ligereza uno percibe que al muchacho aún le tiemblan las rodillas ante la visión de, un suponer, la cocinera octagenaria, el pajillero “se deberá acostar con un adulto del mismo sexo que podrá continuar vigilándole durante la noche”. ¿Estoy oyendo el jadeo de Platón?

            Sectas. Habría que decir La secta. Covadlo, en sus jocosos comentarios, no se ahorra confesar, un gesto de mucho valor que le honra, que él mismo ha pertenecido a la Logia Samael, impulsada por un tal Mario Rodríguez Cobo (Silo). Éste fue más tarde fundador del Partido Humanista, con sede cerca de mi casa. Las crueles horas que mis amigos y yo hacíamos perder en su necia captación a esos fanáticos de cerebro tapiado no formaban parte de lo más honorable de mi biografía hasta que leí algunos extractos de La mirada interna o El libro de plata. Sorprende que Covadlo aún pueda tomarse a broma tanta infamia después de haber tenido el mínimo roce con Silo. Eso le vuelve a honrar tanto como a mí me divierte la actitud deportiva ente unas teorías y prácticas que, pensándolo bien, no son patrimonio exclusivo de sectas imbéciles. Esta es la verdad de los tiempos que los bodrios evidencian de modo involuntario y que Covadlo disecciona con mucha gracia. 

Diario El mundo, 23 de junio de 2000.

 

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Estupidez sin límites. No menos original e incisiva es la mirada del autor en el ensayo “La bodrioteca de Covadlo”. Se trata de una recopilación comentada de pasajes extraídos de los libros antiguos más malos que guarda Lázaro Covadlo en su biblioteca particular. Fascinado “por esa capacidad de la estulticia para prevalecer y para manifestarse en todas las épocas”, se sumerge en la (sub)literatura esotérica, religiosa o pseudocientífica para reírse de las majaderías, insensateces y horteradas que pueblan las páginas de aquellos bodrios “carentes de toda dignidad porque nunca la han tenido”. Y es que la estupidez humana, viene a decirnos, no tiene límites.

 

Ernest Farrés Junyent, La Vanguardia, Barcelona (Libros), 1 de diciembre de 2000.

 

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