UNA
FÁBULA MORAL SIN MORALEJA
El
escritor argentino Lázaro Covadlo ha publicado 'Criaturas de
la noche', novela ganadora del Premio Café Gijón 2004
de la editorial Acantilado, que trata de un hombre patoso y fracasado,
a quien una pulga se le instala en el oído y le dicta lo que
tiene que hacer para tener suerte.
El editor de Acantilado, Jaume Vallcorba, comentó durante la
presentación del libro que es "una fábula extraordinaria
y moral, que no tiene moraleja pero que hace un análisis de lo
inmoral". Además, aseguró que la novela está
escrita con "humor bueno, serio y trascendente". "No
es un humor fácil como el de la televisión de ahora",
señaló.
Covadlo explicó que el protagonista, Dionisio, es un "pringado"
que vive en un barrio marginal, cuando una noche escucha una voz que
le llama. Es una pulga muy particular que le impone lo que tiene que
hacer. A partir de ahí empiezan los logros para Dionisio y las
peleas entre los dos.
El autor contó que "la pulga es insistente, bisexual, promiscua
y perversa, le gusta todo y no se quiere privar de nada". También
indicó que a lo largo de la novela la pulga hace reflexiones
que "no son realistas, pero sí verosímiles".
Gusto
por los disparates
Covadlo
aseguró que le gustan "los disparates y que las cosas sean
inverosímiles" y recordó que la novela "surgió
de la ocurrencia de recordar meteduras de pata personales y de la lentitud
de reflexión que tienen las personas, que saben lo que tienen
que hacer pero que cuando lo hacen, lo hacen mal".
Vallcorba destacó que la novela de Covadlo es un "buenísimo
Café Gijón" y explicó que el jurado escogió
por unanimidad esta obra, que fue una "sorpresa maravillosa".
"Es mágico que se presentase en este premio un autor con
ambición literaria como Covadlo", añadió.
También aseguró que el Premio Café Gijón
es "un instrumento maravilloso para dar a conocer nuevos talentos
y apuestas literarias de riesgo". Además, recupera "el
viejo espíritu de los premios literarios, en que se premia por
el gusto del jurado y no por los intereses del editor".
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LA
PULGA DE LA CONCIENCIA
SERES HUMANOS IRRESPONSABLES, PULGAS, VAMPIROS... CON
MIMBRES INVEROSÍMILES Y FRÍVOLOS, COVADLO HA CONCEBIDO
UNA BUENA Y DIVERTIDA OBRA.
Narrador de origen judío, Lázaro Covadlo nació
en Buenos Aires en 1937, donde realizó estudios de Física,
una pasión irónica por la ciencia que se transparenta
en toda su obra. En 1975 se instaló en Barcelona. El libro de
cuentos Agujero negro (1997), su primera obra publicada en España,
mereció los elogios de, entre otros, Sergi Pàmies, Quim
Monzó y Enrique Vila-Matas. Elogios absolutamente merecidos y
que nos obligan a regresar a novelas publicadas previamente en Argentina
como La cámara del silencio (1973) o Conversación con
el monstruo, finalista del premio Planeta Sur 1994, y a la colección
de relatos Los humaneros, de 1965. En todos ellos la claridad expresiva
contrasta con una extrañeza que surge, amenazadora y al mismo
tiempo irreverente y divertida, de la realidad cotidiana para ponerla
en entredicho. Todas estas cualidades reaparecen en el que es, con Agujero
negro, su mejor libro, Remington Rand. Una infancia extraordinaria (1998),
con muchísimos puntos de contacto con Criaturas de la noche.
Si allí un niño entre loco y brujo era capaz de manipular
la conducta y las palabras de sus víctimas, ahora será
una pulga la que actuará de forma parecida.
El desdoblamiento, la metamorfosis, la relación entre animales
y seres humanos, las apariciones fantasmales, la sombra y las sombras
y hasta el ángel de la guarda son fenómenos que se remontan
a la mitología clásica o la Biblia para culminar en el
Quijote, donde la locura permite expresar la más alta cordura
y los más atrevidos pensamientos. Entre estas voces interiores
está, naturalmente, el gusanillo de la conciencia y, ahora, en
Criaturas de la noche, Pulga, que tiene el aspecto de una pulga vulgar,
“salvo que soy aún más pequeña”. Por su longevidad,
representa la historia, ya que “habité los primitivos caballos
y bisontes y anidé en el oído de un bello mamut lanudo”,
“en la parte del continente americano que hoy se conoce como México,
salté al interior de la oreja de un murciélago, un vampiro,
criatura de la noche”, y finalmente se instala en el oído de
los seres humanos, entre otros Erzsébet, sobrina del rey Esteban
I Báthory, conocida como la Condesa Sangrienta, gracias a la
cual puede extasiarse con la sangre y el semen. Pues una de las peculiaridades
de Pulga es que se alimenta de los fluidos vitales, que exigirá
a cambio de sus consejos. Pues no sólo es la voz de la conciencia
sino que da consejos que cambian el destino de las personas en las que
mora para protegerse de la luz, condenada así a la invisibilidad.
“Fue una noche de invierno la primera noche que Dionisio Kauffmann creyó
oír la vocecita.” Así empieza la novela, con voz centroeuropea,
para narrarnos la conflictiva relación entre Dionisio, un hombre
de cuarenta años con una enorme facilidad para meter la pata,
y la que se convierte en su salvadora “hasta que la muerte nos separe”.
El tono general debe mucho a la literatura infantil, por lo que hay
de relación inverosímil. Pero las distintas situaciones
que crea por un lado la irresponsabilidad de Dionisio y por otro la
singular biografía de la pulga dan una especial dinámica
en la que domina más el placer de la narración que las
consecuencias, el juego más que la reflexión. Y si esta
literatura invita al simbolismo y no cae del todo en él es precisamente
por lo que hay de divertida frivolidad. Nos seduce la imaginación
y el talento de Covadlo para mantener la inverosimilitud sin salirse
de la normalidad intensificada por la pragmaticidad expresiva. El lector
no sólo seguirá con agrado las cervantinas conversaciones
entre Pulga y Krauffmann, ambos sensatamente extravagantes, sino algunas
descabelladas escenas o historias: las del Club la Cumbre, sobre todo
la de los expulsados al caer en la pobreza, y la estupenda historia
de Erzsébet Báthory relacionada con el vampirismo. Un
feliz divertimiento sobre la felicidad y la infelicidad humanas.
J.A. Masoliver
Ródenas.
Culturas / La Vanguardia. Miércoles, 19 de enero 2005.
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CRIATURAS
DE LA NOCHE
El
veterano escritor argentino Lázaro Covadlo mereció el último
premio Café Gijón con una novela inteligente y amena. La
obra, de apariencia sencilla, se titula Criaturas de la noche y tiene
un espesor que desborda en mucho su aspecto inocente.
Su
historia es bastante simple. Se centra en la kafkiana peripecia de un
pobre hombre, Dionisio Kauffmann, un hipocondríaco de humilde
origen que sufre al ver cómo un amigo íntimo prospera
mientras él se hunde en la pobreza y la mediocridad. La culpa
la tiene su perniciosa y fatal costumbre de meter la pata en los momentos
decisivos de su vida, sea en el trabajo o en el amor.
Este inveterado metepatas, atolondrando como él solo, recibe
un día una visita como llovida del cielo: descubre una especie
de lámpara de Aladino, una Pulga (con la mayúscula que
se da a sí mismo por nombre el insecto) que se ha alojado en
su oído, dirige sus acciones y le inspira en los momentos clave
de su existencia el modo oportuno de comportarse. Siguiendo esos dictados,
Dionisio se hace inmensamente rico y consigue las mejores mujeres. Pero
la Pulga, como Mefis- tófeles a Fausto, le exige un pacto oneroso
que le obliga a hacer cosas repugnantes, y cuando Dionisio trata de
romperlo el bicho emigra a otro oído y el hombre vuelve a las
andadas, y a su miserable condición originaria. Así varias
veces.
Este trazado argumental encierra, por supuesto, una parábola
de nuestro mundo, y ello se refuerza mediante varios divertidos alegatos
del parásito. La fábula, porque en el fondo eso es esta
sabrosa novelita, encierra un ánimo moralizador, aunque no sujeto
a ninguna moral rígida. En el fondo, se percibe un disgusto con
los valores socialmente dominantes, el poder, el dinero y el sexo. La
novela no va contra esos valores en sí mismos sino contra su
hipertrofia, contra la confusión moderna que pone su logro por
encima de cualquier otra meta.
De presentar alguna alternativa expresa a esos “placeres y dulzores”
que dijo el poeta Manrique, estaríamos en el aleccionamiento
y la propaganda. Pero esto felizmente no ocurre. Por una doble e indisoluble
razón. Porque, por una parte, Covadlo no es un predicador, sino
un satírico bastante escéptico. Y, por otra, porque su
novela apela al humor.
Criaturas de la noche resulta, ante todo, una historia divertida y ocurrente,
llena de situaciones inventivas y simpáticas, de reflejos indirectos
de nuestra vida perspicaces, y llena también de gracejo verbal.
Tiene, además, la intuición de la medida conveniente,
lo bastante corta como para dilatarse lo justo sin que esa invención
ingeniosa se convierta en subterfugio para el encadenamiento caprichoso
de anécdotas sueltas. Incluso, aun siendo una novela breve, aún
podría serlo más, pues su ideación responde a un
cuento un poco largo, a una situación curiosa prolongada. Y,
por si fuera poco, está contada con esa fluidez propia de un
cuentista nato que engancha.
Tiene esta pequeña y admirable novela un frente débil:
el que, a falta de un verdadero argumento, se contenta con montar una
trama muy leve y con dar vueltas a una ocurrencia. Pero esta reserva
bien puede pasarse por alto en virtud de su mérito primero y
capital, regalarnos con el placer de la lectura.
Santos SANZ
VILLANUEVA.
EL CULTURAL (EL MUNDO) 27/01- 2005.
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LA
PULGA EN LA OREJA
Entre
los libros de Lázaro Covadlo (Buenos Aires, 1937; residente en
Barcelona desde 1975) destaca la colección de relatos Agujeros
Negros (Mondadori, 1998). Enrique Vila-Matas dijo que los 12 cuentos
de ese volumen son “excepcionales” y que “exploran el corazón
de nuestras tinieblas”; y, en estas páginas, Marcos Giralt Torrente
escribió: “Uno de esos libros de verdad sobresalientes”. En una
de esas narraciones, Covadlo intentaba una actualización del
mito fáustico, imaginando qué forma asumiría, en
el mundo de hoy, el pacto entre un hombre y el ángel caído.
Esa misma inquietud está en la base de Criaturas de la noche,
novela con la que el escritor argentino ha ganado el Premio Gijón
de 2004.
Criaturas de la noche se deja regir por la fruición del humor
absurdo, un polo siempre encendido en la obra de Covadlo pero contrastado
hasta ahora por cierta voluntad de realismo. El protagonista de la novela,
Dionisio Kauffmann, es un “pringado” sin más destino que la mediocridad
y el fracaso. Pero un día se instala en su oreja una pulga, que
le dicta con certeza lo que debe hacer para ganar dinero, conquistar
a las mujeres que antes lo despreciaban, acceder a los círculos
con los que nunca hubiera soñado. En ocasiones estos consejos
adquieren la forma de pequeñas coplas o boleros: “Yo soy la pulga,
Dionisio / la que ha venido a rescatarte, / del vicio...”. Sólo
que el bicho sabio exige compensaciones y somete a Dioni, como lo llama,
a duras pruebas de fidelidad, de las que él reniega. En este
tira y afloja transcurre la novela, con el compás de las amantes
rendidas, los maridos engatusados, las billeteras y las copas llenas
y al rato vacías. Al final hay un crescendo carnavalesco, que
incluye una incursión en el género fantástico-futurista,
y que explota en un éxtasis como de orgía monumental,
en el delirio de irradiaciones orgiásticas propias de pacto diabólico.
En algunos comentarios de esta novela aparecidos en la prensa brillaron,
con resplandor lateral, los nombres de Kafka y de Bruno Schulz. No habría
que olvidar, además, el famoso vodevil de Georges Feydeau La
pulga detrás de la oreja (1907), muy representado en Argentina
(incluso se llevó al cine en los ochenta). De hecho, Criaturas
de la noche parece un amplio desarrollo sobre esa expresión popular
“Tener la pulga detrás de la oreja”. Ya Augusto Monterroso, en
una de sus célebres fábulas (en La oveja negra, 1981),
se refería a una pulga que, en las noches de insomnio, imagina
ser Kafka, Joyce o Goethe.La pulga de Covadlo tiene, no hay duda, un
encomiable abolengo.
Edgardo Dobry.
Babelia (EL PAÍS).Sábado
29 de enero de 2005.
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